Guardianes del clima: sembrando esperanza desde el Corredor Seco
Maximiliano Alvarado Guevara nació y creció rodeado de campos verdes y cielos vastos en el pequeño caserío de Nueva Esperanza, en el municipio de Namasigüe, departamento de Choluteca, en Honduras. Desde temprana edad, aprendió el arte de la agricultura de su padre, quien le inculcó no solo las técnicas para sembrar y cosechar, sino también el profundo respeto por la tierra. Ahora, con más de 18 años de experiencia, Max, como le dicen sus amigos y familiares, no solo es un agricultor, sino un observador climático atento de la naturaleza y su cambiante comportamiento.
Max ha encontrado en el monitoreo climático una herramienta transformadora para proteger sus cultivos, guiar a su comunidad y adaptarse a los desafíos del cambio climático.
Todo comenzó con la instalación de un pluviómetro y un higrotermómetro en su comunidad, un aparato desconocido hasta entonces. “A mi mamá le dijeron de Coddeffagolf si tenía interés de instalar un pluviómetro y ella me comentó, y yo dije que sí, pero no sabíamos qué era un pluviómetro, era nuevo para nosotros”, recuerda. Este dispositivo, que parecía algo sencillo, marcó el inicio de una forma de entender y enfrentar las lluvias.
“La experiencia ha sido muy bonita, en esta comunidad no teníamos pluviómetro, aquí en todo el sector no había”, señala. Ahora, no solo recolecta datos diarios, sino que se ha convertido en un educador informal para su comunidad. “De la comunidad me preguntan qué es eso, qué es esa cajita y para qué sirve, y yo con gusto les digo para qué es”, explica con entusiasmo.
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El monitoreo detallado de las lluvias le ha permitido registrar, analizar y prever cómo estas afectan los cultivos. Con ayuda de su familia, recolecta datos diariamente entre las 6 y las 7 de la mañana, anotándolos cuidadosamente en un cuaderno. Antes, solo se podía especular sobre la cantidad de lluvia. Hoy, tiene información concreta: “Es importante para nosotros porque antes nosotros decíamos ‘cayó agua, llovió fuerte’, pero no sabíamos cuántos milímetros habían caído. Ahora sí, uno le da lectura, cuánto cayó de agua, y uno va anotando”.
Este conocimiento es vital en un contexto marcado por lluvias intensas y huracanes que amenazan las cosechas de maíz y frijoles, su sustento principal. Aunque el año pasado perdió gran parte de sus cultivos debido al exceso de agua, el monitoreo le permitirá tomar mejores decisiones en el futuro. “El año que viene me ayudará a decidir en qué momento debo hacer la siembra. Voy a ir a ver el registro de lluvia y si ya ha caído más de 100 mm en al menos cuatro días, ya puedo sembrar”, comenta.
Como miembro activo de la Red de Observación Climática Comunitaria (ROCC), ha participado en intercambios y talleres facilitados por la Asociación Centroamericana Centro Humboldt (ACCH), como parte de sus acciones del proyecto “Preparación y Adaptación ante el Cambio Climático en comunidades vulnerables del Corredor Seco Centroamericano”, con el apoyo de Vivamos Mejor Suiza.
Estas experiencias no solo lo han ayudado a perfeccionar su técnica de monitoreo, sino también a inspirar a otros. “Hay que enseñarle a la juventud sobre el monitoreo climático. A veces traigo a otros habitantes de las comunidades y les pido que nos sigan apoyando. Es importante tener un pluviómetro en una comunidad y un municipio”, asegura.
Además de agricultor y líder climático, guarda un talento inesperado: el dibujo. Sus obras, llenas de vida y detalle, revelan su faceta artística, la cual se puede apreciar en las paredes de su casa. “Es un pintor de corazón”, comenta su mamá, quien nos indica que él ayuda a profesores y alumnos con sus trabajos que requieren murales y maquetas. Este arte, que desarrolla en sus momentos libres, le brinda una conexión íntima con su entorno. Max no logró finalizar sus estudios, pero nos confiesa que le hubiese gustado ser pintor.
Max está casado y tiene un hijo, su mayor tesoro y la razón de su esfuerzo diario. Sueña con verlo convertirse en un profesional, ya sea pintor o lo que él decida, siempre y cuando lo haga con pasión. Aunque la educación y las oportunidades son limitadas en su comunidad, Max cree firmemente en el poder del esfuerzo y el aprendizaje continuo, por ello nunca tuvo temor de ponerse a estudiar sobre el monitoreo de precipitaciones.
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El monitoreo climático, para él, es mucho más que datos y registros. Es una herramienta para adaptarse, prevenir y cuidar el futuro. “Hemos aprendido bastante. Tal vez con el tiempo, lo valoren más”, reflexiona. Su historia es un testimonio de cómo una acción local puede marcar una diferencia significativa, sembrando esperanza no solo en los campos, sino también en los corazones de quienes lo rodean.
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